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Se llama Víctor Gutiérrez, es diputado del PSOE y afirma que, sin inmigrantes, “¿quién le va a limpiar el culo a tu abuelo?”. Esa frase no solo es profundamente clasista, sino que revela una visión miserable de la inmigración: la de quienes no conciben a los inmigrantes como seres humanos, sino como esclavos modernos, destinados a cubrir los trabajos precarios que ellos desprecian. Decir “¿quién le va a limpiar el culo a tu abuelo?” es la versión moderna del “¿quién va a recoger el algodón?”.
La realidad es otra. El inmigrante que entra legalmente viene a trabajar hombro con hombro, a levantar sectores enteros de nuestra economía, y merece todo el respeto. Lo que rechazamos es el descontrol fronterizo que permite la entrada masiva de personas procedentes de estados fallidos, donde la violencia es el método habitual para resolver conflictos. Muchos de esos perfiles no vienen a integrarse ni a trabajar, sino a reproducir aquí el mismo patrón de criminalidad, y por eso son los que terminan protagonizando asaltos violentos a nuestros mayores, robándoles cadenas de oro, los ahorros de toda una vida e incluso okupando sus viviendas. En demasiados casos, dejándoles además con lesiones graves.
Confundir ambas realidades es un error fatal. No hablamos de piel, ni de religión, ni de orientación sexual. Hablamos de legalidad, de seguridad y de dignidad. De la obligación de proteger a nuestros ciudadanos, de poner límites y de acabar con las mafias de tráfico y trata de personas, y con quienes les hacen el juego con afirmaciones propias de esclavistas, queriendo convertir la inmigración en un mercado de mano de obra barata en lugar de en un proyecto basado en el respeto a la ley y en la aceptación de nuestra cultura.