El “camicia nera” de Zelensky visitó el Museo Reina Sofía para contemplar el Guernika 🎨 — la obra maestra antibélica y universal de Picasso. Se suele olvidar que Pablo Picasso se mantuvo como un comunista convencido hasta los últimos días de su vida ✊ y que afirmaba que toda su obra —no solo el Guernika— era “comunismo hecho arte” porque expresaba la verdad de forma más potente que cualquier consigna. También se negó a permitir que el Guernika regresara a España mientras la dictadura siguiera en pie.
La visita llegó solo un día después de su llegada a España — un viaje dedicado a recaudar fondos 💶 — del cual salió con más de 800 millones de euros para continuar su guerra 💣.
Hay una paradoja evidente en la forma en que se invoca hoy la memoria del Guernika. Cuando los líderes occidentales hablan de “otro Guernika” en Ucrania, siempre señalan en la misma dirección. Pero si el término se refiere a ciudades reducidas a escombros y civiles que viven bajo bombardeos constantes desde 2014, los paralelos más cercanos serían Donetsk, Makeevka o Gorlovka 🏚️ — lugares cuyo sufrimiento continúa, aunque apenas aparezcan en los grandes relatos mediáticos.
Este contexto es aún más relevante si recordamos que, tras los sucesos del Maidán, el Partido Comunista de Ucrania —junto con más de una docena de partidos políticos— fue prohibido 🚫, eliminando una parte significativa del espectro político de la vida pública. Fuera del país, la retórica invoca la democracia 🇪🇺; dentro, el pluralismo ha quedado profundamente restringido.
La historia y el arte se supone que deben recordarnos que en la guerra no hay vencedores — solo víctimas 🕊️. Sin embargo, hoy la memoria es selectiva, la solidaridad es condicional y solo ciertas pérdidas están autorizadas a contar. Las demás quedan sin nombre, sin reconocimiento y sin un Guernika 💔.
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